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El primer 'Nini' de la historia

El primer 'Nini' de la historia

Contaba el maestro Luis Carandell en una de las muchas hilarantes anécdotas de la política recopiladas que "a un periodista que ejerció su profesión en Madrid en el primer tercio del siglo pasado y que se llamaba Cánovas Cervantes, sus compañeros le conocían con el sobrenombre de 'Ni Ni'.

Contaba el maestro Luis Carandell en una de las muchas hilarantes anécdotas de la política recopiladas que "a un periodista que ejerció su profesión en Madrid en el primer tercio del siglo pasado y que se llamaba Cánovas Cervantes, sus compañeros le conocían con el sobrenombre de 'Ni Ni'. Cualesquiera que fuesen sus méritos no alcanzaba a ser ni un Cánovas ni un Cervantes". Quizá sea la primera vez que se acuñó el termino 'nini' con el que ahora identificamos a los mozos de 16 a 29 años que ni estudian ni trabajan. El año pasado en Galicia había unos 24.000 jóvenes en esta situación. 

Sería un error creer que se trata de una panda vagos que se lo pasan teta viviendo a resguardo del calor familiar. Son rapaces que hemos criado asustados y atenazados por el salto al vacío que tendrían que haber dado ya tras haber, en muchos casos, malgastado la oportunidad de formarse. No hace falta que piensen como Cánovas –casi mejor que no– ni escribir como Cervantes para atreverse a soñar, como ha demostrado Amancio Ortega, pero sí es necesario intentarlo. 

En una boda celebrada hace unos meses en Vigo, después de la comida llegó un caricaturista que resultó ser de lo más celebrado del evento. El chaval se embolsó 300 euros por tres horas dándole al trazo y al terminar salió pitando hacia otro enlace. Y ni siquiera hace falta saber dibujar. Hace unos años, en el festival de Cans unos veinteañeros se forraron vendiendo chapas con el careto de la gente. Una cámara de fotos, una impresora portátil y el aparato para plastificar la chapa eran sus herramientas. Ningún padre se resistió a la petición del cativo y hubo colas para llevar la foto de los colegas en la pechera. Es mejor confiar en uno mismo que en la política.